28 marzo, 2008

De vuelta

Pues si, ya estamos de vuelta de las vacaciones de Semana Santa... y parece que no nos hayamos ido nunca.

La rutina diaria nos come, nos engulle. Los días se suceden sin transición alguna, idénticos, gemelos semanales, mensuales... que nos hacen perder memoria de las cosas extraordinarias que nos suceden y que, como rehuyéndonos, se esconden en algún recoveco de nuestro cerebro para aparecer como pequeños fantasmas que nos recuerdan que, de vez en cuando, vivimos en otra dimensión.

Estos nubarrones nos recibieron nada más aterrizar en Granada y no nos abandonaron en casi todas las vacaciones. Vimos nevar, llover, el sol insinuado a pequeños destellos entre las nubes gris y azul, y hasta ventear como no había visto en mucho tiempo.

Volví a probar esos dulces de mi infancia en la cocina de casa de mis padres, rememorando la única Semana Santa que pasé allí: viejas historias con mis primas, a las cuales ya no veo ni siquiera cuando voy allí, antiguos amores adolescentes, correrías de chiquillos: escaparnos a la Corregidora a fumar (tabaco, entonces lo de la maría era muy difícil en un pueblo tan pequeño y a mi no me ha ido mucho ese rollo, todo hay que decirlo) era lo más atrevido que se hacía por entonces, besos furtivos mientras paseábamos en la Plaza Santacruz, las pipas del Carbonero y los dulces de la cooperativa: los roscos de gachamiga, los de blanquete, el bizcocho de ocho huevos con azúcar blanquilla... y por la noche ir a bailar a discoteca o a tomar algo al Chaplin, el único pub del pueblo por entonces.

Se vestía la gente para ir a las procesiones con sus mejores galas: traje, corbata los hombres, traje dse chaqueta con peineta y mantilla para las mujeres, medallón de la hermandad para todos y el señor cura detrás del trono tapado hasta la nariz por el frío. Hacía tiempo que no veía tronos con costaleros y la verdad me ha impresionado.

Claudia se ha hecho fan de las procesiones y de los penitentes, con ese punto masoquista que tienen los niños de insistir en ver algo para luego decir que les da miedo :)

Llegamos a Barcelona a la una menos cuarto de la madrugada, después de una hora de retraso en el vuelo y me metí en la cama una hora más tarde, tan exhausta que apenas recuerdo lo que he hecho desde el martes cuando llegué a la oficina.


Todavía tengo las maletas en una habitación, abiertas y vomitando la ropa que voy cogiendo según las necesidades diarias, a la espera de que el sábado sean repuestas a su lugar habitual en el armario o lavadora.

Me llevé el Maude, que tenía bastante avanzado y tuve que deshacerlo totalmente: se me habían soltado dos puntos casi en la mitad de lo hecho. Vuelta a empezar, aunque esta vez creo que le he cogido el truquillo y tengo energía para seguirlo.

Compré lanas en Úbeda para unas cosillas de las nenas, zapatos para todos y ropa para ellas (allí está más barato todo) y he comprado el patrón del Hanami, una maravilla de chal, que no sé cuando empezaré por que tengo que acabar muchas cosas antes (vuelvo a mi dispersión habitual), pero el propósito es acabar lo empezado, aunque por las noches estoy tan cansada que se me caen los ojos del sueño.

Debe ser la astenia primaveral. Cada vez me gusta menos el verano por que mi cuerpo serrano ya no está para estos trotes estivales de días con sol durante 18 horas que me dejan sin energía en lugar de cargarme las pilas. Aunque estos días de invierno en primavera me han devuelto un poco de salud: necesitaba el frío en la cara y el viento en el pelo, limpiar de impurezar el ambiente y que la lluvia deje inmaculado el cielo.


1 comentario:

Adijirja dijo...

Bienvenida!!!! Parece que las vacas por Granada te han sentado bien. Me alegro. Le he echado un vistazo al Hanani y parece precioso, pero... muy difícil!!! Yo no me siento capaz aún de meterle mano a algo así. Me da repelús.
Estoy con Helena, a mi de pequeña me daban miedo las procesiones de semana santa. Si es que es masoquismo en estado puro!!
Un abrazoderecuperacion.

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